Castelsarrasin – Toulouse

Desayunamos estilo imperio. La cubertería cuidadosamente colocada en la mesa puede ser de plata, es un salón con cuatro mesas, una lámpara de lágrima, espejos y un busto escultórico. El suelo y media pared son de mármol. Hay un piano que podría ser tocado por un fantasma.

Compartimos salón con una pareja de amantes. Parecen nuevos ricos, agotamos la mantequilla, nos quedamos con hambre.

Nos ponemos en ruta, tenemos el cuerpo ligeramente dolorido. Vamos entrando en calor y en conversación. Hablamos sobre Copylove, y sobre los complejos y las culpas. Vamos pasando esclusas. Llegamos a Les Escudiés. Allí nos detenemos para entender los detalles de un invento sin precedentes para salvar el desnivel del terreno. Un ascensor para barcos. Orgullo de la ingeniería francesa de los 60s-70s, leemos al detalle el panel informativo.
La ruta se nos está haciendo un poco monótona. Pasamos por diferentes vestigios industriales, unas dársenas, unos molinos… Hacemos fotos a una fábrica abandonada.

Estamos acercándonos a Toulouse, entramos en los suburbios de lo que parece ser una gran zona conurbana.

Decidimos parar a comer antes de entrar en la ciudad. Sin esperarlo, nos hemos metido en un suburbio burgués de configuración moderna, pequeñas casas urbanizadas en círculo sobre la biblioteca, el centro social, la escuela, el polideportivo. Ni una fuente pública. Estamos sedientos, vamos a comer, le pedimos agua a un operario de la escuela que sale a fumarse un cigarro.
Hacemos la comida apoyados en un banco, comemos, nos quedamos con ganas de un café.

Entramos de nuevo al canal subiendo con dificultad las bicis por un acceso no permitido.
La entrada a Toulouse nos resulta más fácil de lo que pensábamos, sin las intersecciones, cruces y cambios de sentido que tuvimos en Bordeaux. Aquí el canal atraviesa la ciudad y llegamos a la estación de tren casi sin detenernos en semáforos.

Buscamos el albergue de la juventud, subimos por una avenida infinita que extiende el crecimiento de la ciudad con grandes edificios modernos. Hemos caminado cerca de kilómetro y medio. En el albergue nos obligan a una estancia mínima de dos noches. Hacemos la cuenta y decidimos alquilar una habitación para dos en un apartahotel.

La chica de la recepción se convierte en nuestra aliada. Es dulce, sonriente, volcada sobre un mapa con su bolígrafo nos indica los lugares por dónde podríamos salir esta noche.

Nos duchamos, colgamos las mallas y limpios salimos a conocer la ciudad. Nos sorprende ver tanta gente joven, la ciudad parece llena de vida, el ambiente es alegre e intuimos que tenemos muchas cosas que ver. Hacemos ruta turística y comenzamos a buscar dónde cenar. Por suerte encontramos una brasserie, Bistro Des Carmes. Acercamos nuestra nariz al escaparate para leer la carta. Leemos ‘andulliete 5as’, decidimos entrar justo en ese instante. Bebemos buen vino y disfrutamos de una auténtica anduillette 5 As, que satisface en plenitud nuestros recuerdos. Satisfechos por despedir la última noche del viaje con esta cena, salimos a conocer la noche. La andulillette tiene la virtud de poseer un sabor y un aroma que permanece contigo un tiempo. Nos recreamos en eso. Encontramos un bar de cervezas abarrotado, nos tomamos unas cuantas y borrachos bajo una lluvia cruel tratamos de encontrar el camino al apartamento. Huimos de la lluvia en el metro, nos perdemos, nos encontramos, es tarde.

Fecha: 29-03-2013
Recorrido: Castelsarrasin - Toulouse
Distancia: 65 kms.
Dormir: Hotel Adagio Access Toulouse Jolimont (Ex Citéa). 37 Avenue Étienne Billières, 31300 Toulouse, Francia