Castelnaudary – Carcassonne

Desayunamos con ganas en la misma mesa que cenamos la noche anterior. Guardamos en los bolsillos con disimulo las dosis de mermelada y mantequilla que no hemos podido extender en el pan. Damos con un supermercado justo en la plaza del pueblo. Hacemos la compra de comida, las repartimos en bolsas y las conseguimos encajar en nuestras alforjas.

Ya en ruta, el camino es ancho, sin asfaltar, hemos parado para ver un salto de altura del canal en siete esclusas consecutivas. Nos cruzamos con el descanso de trabajadores forestales, comen bocadillos grandes que agarran con las dos manos. Nos miran pasar desinteresados. Los árboles están siendo arrancados de raíz con excavadoras, el camino ya no es camino y tratamos de pasar por encima de piedras, agujeros, huellas de ruedas de camión en una tierra seca, dura, llena de polvo. Avanzamos tan despacio que andando iríamos más rápido. Los árboles del canal se están muriendo, vemos algunos rotos, sin fibras, con una especie de serrín en su interior que podría salir volando si soplas un puñado agarrado con la mano. Vemos otros marcados con una línea roja que avisa a la excavadora de que éste también tendrá que ser arrancado.

Pensando en como será trabajar con un rotulador rojo pintando árboles que tendrán que ser arrancados, en silencio, castigados por el camino nos acercamos a Bram, queremos salir del canal,

En la entrada del pueblo damos con una panadería que nos ofrece en su escaparate el pan que vamos a comprar para comer hoy. Es un pan de corteza dura de trigo tostada en un buen horno, también compramos un merengue grande que no esconde muchos piñones tostados.

Queremos visitar el pueblo antes de comer. El pueblo está urbanizado en círculos perfectos de casas bajas y viejas separadas por calles estrechas. Circular en bici por un círculo casi perfecto casi nos produce mareo, la visita es rápida.

Volvemos al canal por un camino de arena fina, el tubular delantero de André patina y cae al suelo en una caída que sólo consigue partir en trozos el merengue que lleva en la alforja.

Ya en el canal encontramos una pequeña campa verde en el lateral de una exclusa. Con los pies colgando al canal hacemos unas tostas de pan con lentejas, tomate, endivia y queso azul. Nos sabe tan rico que orgullosos la bautizamos con el nombre de Tosta Bram. Abrimos una botella pequeña de vino tinto de Bordeaux, se nos han roto los vasos de plástico que teníamos del hotel, bebemos directamente de la botella. La hierba sobre la que hemos comido no es muy alta, nos invita y aceptamos una siesta.

Tratamos de buscar en un café el empuje necesario para volver a subirnos a la bicicleta.
Pedimos con acento francés, un café solo expreso y un cortado noisette. Los accidente del lenguaje producen situaciones así de divertidas. La camarera viene con un café solo expreso para André y un plato vacío (asiette) en lugar de un cortado noisette para Txelu. Lo pone sobre la mesa como diciendo ‘vosotros sabréis para que queréis un plato’. Entre risas nos hacemos fotos con el plato. Alargamos el café y acabamos hablando de una pareja de hipsters tatuados que comparte terraza con nosotros, se seducen el uno al otro con gestos continuos de estar posando para una revista.

Esta es la etapa más corta que tenemos programada. Retomamos la ruta hablando sobre las opciones que tenemos para cenar en Carcassone. El camino es incómodo, con tierra agrietada y raíces. Txelu nota algo raro, el pedaleo se endurece y no consigue hacer avanzar su bici. Lo que a primera vista parecía una bici sin problemas, sufre una de las averías más imprevistas que podríamos tener en ruta.
La cazoleta del pedalier se ha soltado, está fuera y bloquea las bielas. Esto con un piñón fijo supone tener bloqueadas las ruedas. Preocupados conseguimos desatascarlo. Conseguimos enroscar un poco -y provisionalmente- la cazoleta.

Continuamos la ruta parando cada pocos kilómetros para repetir la operación de enroscarla un poco, con los dedos, sin herramienta. Nos faltan doce kilómetros y el pedalier se sale una y otra vez, repetimos la operación. Finalmente se sale completamente y bloquea definitivamente la biela. Vamos con piñón fijo y para continuar -aunque sea a pie- tenemos que soltar la cadena.

Llegamos a Carcassone caminando con el humor cruzado. Vamos buscando un taller, localizamos uno cerrado, preguntamos primero a una señora, a un camarero y cuando vemos pasar a un señor ágil en su bicicleta nos abalanzamos sobre él para que nos ayude. Todos los talleres están cerrados, tenemos dos referencias de talleres que tendremos que visitar mañana.
Continuamos andando ahora en busca del hotel, el camino se nos hace muy largo, han pasado dos kilómetros cuando logramos localizarlo.

Es muy tarde, no podemos ir al centro a cenar, estamos en un polígono industrial de las afueras.
En la recepción del hotel nos dan una buena noticia, el taller de bicicletas más importante de la ciudad, el que todos nos recomiendan, se encuentra a escasos cincuenta metros.

Caminamos de noche cerrada por la carretera general, cenamos en un Buffalo Grill que encontramos bajo unos carteles luminosos. La carne es mala y esta mal cocinada, las patatas cocidas y mal fritas.

Celebramos, sacando la petaca de Cognac Hennessy XO, que hemos conseguido terminar esta etapa y que parece que podremos continuar mañana. Bebemos entre pabellones industriales vacíos y túneles de lavado. La iluminación es muy escasa, la conversación es fluida, los coches pasan rápido, la noche está estrellada.

Fecha: 15-04-2014
Recorrido: Castelnaudary - Carcassonne
Distancia: Después de estar tirando de la bici durante más de tres horas, perdimos las ganas de seguir contando distancias.
Dormir: Ibis Budget